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17,96 €Vivimos tiempos en los que la religión intenta con ahÃnco volver a gobernar territorios hace tiempo conquistados por la polÃtica. No es un afán novedoso, pero resulta preocupante cómo algunas democracias aceptan ver mermada la laicidad por la que lucharon. La mayorÃa de las civilizaciones nacieron y se desarrollaron en torno a un mito fundacional que servÃa para organizar las vidas de sus miembros al tiempo que aislaba el hecho polÃtico, dejándolo en un segundo plano siempre tutelado por la divinidad. No parecÃa posible perturbar el orden de dichos designios hasta que en la Europa del siglo XVI se abrió la grieta por la que se filtrarÃa la separación de polÃtica y religión a la que obedecen nuestras democracias y que posibilitaron la convivencia de acuerdo a leyes creadas por los hombres en lugar de las leyes de algún dios. Mark Lilla, siguiendo la estirpe intelectual de Hobbes, Locke, Rousseau, Hume o Kant, nos ayuda a comprender la magnitud de este desafÃo y el precario equilibrio que lo sostiene, pues el impulso de volver a unir lo que una vez separó el hombre reaparece con frecuencia en la historia del pensamiento europeo y muy especialmente en la segunda mitad del siglo XX, donde el intento de conciliar la polÃtica con la religión derivó en peligrosos mesianismos de mortÃferas consecuencias. Revelador y polémico, El dios que no nació nos previene sobre la necesidad de protegernos de las invasiones religiosas que pretenden acabar con el legado de la Ilustración, representado por los pensadores occidentales que encontraron el camino para liberar la polÃtica de la autoridad de dios. Una exitosa pero frágil construcción que es necesario conservar.