AA.VV
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5,58 €SÃnodo es nombre de Iglesia», escribió bellamente San Juan Crisóstomo. La Iglesia puede ser llamada sÃnodo. Por eso, difÃcilmente la Iglesia reflejará su identidad si no se manifiesta como sÃnodo, como sinodalidad en permanente ejercicio. Resulta significativo que la celebración del jubileo del año 2000 se haya apoyado, en gran medida, en la celebración de los sÃnodos. Ha sido uno de los compromisos más resaltados por Juan Pablo II desde la publicación de la Tertio millennio adveniente: con el Vaticano II se abrÃa una preparación inmediata, de «tono nuevo, desconocido hasta entonces», constituyendo un «anuncio de tiempos nuevos» (n. 20), que ha sido favorecido por «la serie de sÃnodos iniciada [...] sÃnodos generales y sÃnodos continentales, regionales, nacionales y diocesanos. El tema fundamental es el de la evangelización» (n. 21). En las presentes páginas se pretende una breve reflexión y un primer acercamiento a esta realidad de la Iglesia. Se centran en el ejercicio de la sinodalidad en el nivel más concreto de las iglesias locales, pero sobre el trasfondo del contexto de la situación actual de la Iglesia (herencia del presente) y de los más elementales datos teológicos y eclesiológicos (fantasÃa de la memoria). Desde esta perspectiva se posibilita un horizonte para la misión más luminoso y atractivo, dándose asà realce y convicción a lo que muchos bautizados están actualmente intentando, experimentando o anhelando (anticipación de la profecÃa).
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