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57,00 €Prólogo a la edición, por Juan Ignacio Ruiz de la Peña La relectura de la Obra escrita de Santiago Melón, reunida ahora en el presente volumen, me trae el recuerdo reciente de una preciosa pieza literaria en la que se hace el elogio, casi póstumo, de una especie social en vÃas de extinción. Me refiero al discurso de Doris Lessing con motivo de la concesión del premio PrÃncipe de Asturias de las Letras en su edición del pasado año, tan distante en la forma y en el fondo de lo que suelen ser esos alegatos de circunstancias, cantos de pompa y ceremonia, en el que la autora rinde homenaje a la figura del «hombre culto». Lo que siempre estuvo muy claro para quienes durante mucho tiempo gozamos del privilegio de su amistad lo estará también desde ahora para quienes lean las páginas de este libro. A saber, que Santiago Melón Fernández era, ante todo, un hombre culto. Lo era por su educación humanista, por su curiosidad intelectual, por su vasta formación y claridad de juicio y, en fin, por una suerte de rara elegancia espiritual que es ya, por desgracia, patrimonio de muy pocos, cada vez menos. Otro rasgo contribuye a perfilar el singular talante intelectual del querido compañero. Universitario cabal «afirmo sin reservas que era una de las mentes más lúcidas de su amada Universidad de Oviedo», Santiago vivió siempre al margen de apremios académicos, sobrevolando el gregarismo «iba a escribir garbancerismo» que de un tiempo a esta parte parece haberse instalado en muchos ámbitos de nuestra primera institución docente. Ese distanciamiento de lo que él «y otros como él pensamos» consideraba adjetivo o coyuntural en la vida universitaria, volviendo los ojos a una tradición de inteligencia, laboriosidad y enseñanza que debe ser, y cada vez parece que lo es menos, el nutriente esencial de esa vida que era la suya, le llevó a instalarse en una especie de insobornable y espléndido aislamiento localista que en modo alguno significarÃa desentendimiento de los problemas de una institución a la que dedicó lo mejor de sus raros talentos. Baste recordar que buena parte, quizá la mayor y mejor parte de la obra de Santiago Melón, está dedicada a la historia de «su» universidad, de la Escuela Ovetense; y vio la luz inicialmente en publicaciones universitarias o parauniversitarias: la prestigiosa revista Archivum, de la facultad de filosofÃa y letras, luego fragmentada en varios centros de taifas; Astura, aventura editorial que iniciamos en 1984 un grupo de compañeros universitarios y que contó entre sus asiduos y más responsables colaboradores con Santiago, animador de las inolvidables tertulias que seguÃan a las heterodoxas y animadas reuniones de nuestros consejos de redacción; el propio Servicio de Publicaciones de la universidad ovetense, del que el querido amigo serÃa diligente director por breve tiempo (1984-86), cediendo a mi insistente solicitud (yo era entonces titular del vicerrectorado del que dependÃa aquel servicio), darÃa amparo editorial a dos volúmenes de Santiago Melón: El viaje a América del profesor Altamira (1987) y una serie de artÃculos reunidos en 1998 bajo el tÃtulo Estudios sobre la Universidad de Oviedo. En diversos volúmenes de congresos, homenajes y publicaciones varias de la universidad también fueron frecuentes sus comparecencias. Tampoco la voluntaria reclusión de Santiago en el reducto cada vez más Ãntimo de la tertulia o el refugio doméstico, en una geografÃa urbana que se achicaba más y más hasta quedar casi reducida, al final, a los aledaños de su casa y la obligada presencia docente en su facultad de económicas, iba a suponer falta de compromiso o desentendimiento de las demandas de una sociedad cada vez más cambiante y sin duda más alejada de la que a él «y a otros que como él pensamos» le hubiera gustado formar parte. Revistas ovetenses de tan merecido prestigio como Los Cuadernos del Norte, ClarÃn o La Revista asturiana de economÃa contaron con excelentes trabajos de Santiago Melón que, por otra parte, tampoco fue ajeno al cultivo de los estudios asturianistas: de hecho buena parte de su obra constituye una aportación notable al ámbito de la cultura regional asturiana y el propio Instituto de Estudios Asturianos cuenta en su fondo editorial con varios trabajos suyos, como el innovador estudio sobre Un capÃtulo en la historia de la Universidad de Oviedo (1883-1910), publicado en plena juventud (1963), o la cuidada edición de La PoesÃa (en bable) de José Fernández Quevedo, que ve la luz en 1972 con una amplia introducción en la que el editor expone y argumenta garbosamente su personal posición sobre el problema del regiona